viernes, 11 de junio de 2010

Hoy llovió. Mañana hincho por Argentina.

Hoy, finalmente, llovió. Una lluvia digna, de esas que extrañaba. Y fuí feliz.

Mañana juega Argentina. Me voy a levantar temprano, voy a gritar como una loca, y a saltar aunque mi traumatólogo y mi kinesiólogo me lo prohíban. No me importan mis cuerdas vocales ni mi rodilla.
Tampoco me importa lo que la sana razón recomienda.
Me olvido que no es políticamente correcto fanatizarse con el nacionalismo irracional de un mundial.
Me chupa un huevo el negocio del fútbol y los millones de euros en juego. Mañana van a ser sólo ellos: el Diego y sus chicos.
Y será falsa conciencia. Será el teatro anti-disturbios. Lo sé, pero no me importa. Voy a disfrutar, a padecer, a reír y a llorar como siempre, como inevitablemente ocurre cada cuatro años. A partir de mañana, la literatura es no es Borges: es el negro Fontanarrosa.
Tenía ganas de postear algunas cuestiones críticas con respecto al mundial. En realidad, un breve análisis de cómo los diferentes mundiales se han constituído en distintos imaginarios sociales, cargadas con las representaciones simbólicas de cada época y, sobre todo, con nuestra propia historia. Prometo hacerlo cuando todo se termine.
Hoy no puedo. Mi cabeza sólo tiene lugar para el gol de Diego a los ingleses, los penales de Italia ´90, las victorias frente a Grecia y Nigeria en el ´94 y frente a Inglaterra en el ´98, la bronca del 2002 y los seis goles a Serbia del 2006.

Lo sé.  Este post rompe con la línea que venía siguiendo este blog (me pregunto: ¿venía siguiendo una línea?).
Sabrán disculparme.
Mañana hincho por Argentina.

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